Ella desvirgo mi humilde e infantil mentalidad, pervirtió la
inocencia que aún existía en mi.
En aquellos días en los que las tardes calurosas eran largas
y el tiempo pasaba muy lento, era su mejor diversión echarme miradas pícaras y
tentarme sin llegar a tocarme. Era una diversión inocente que en el fondo me hacía
sentir un rebelde, pero que sin más no tenía gran importancia…Miradas, risas, charlas sin sentido y más miradas.
Aquella tarde cambiante algo diferente, ella movía sus
adolescentes ganas al son de la música, se deslizaba con movimientos alocados y
sensuales sabiendo que yo no podía parar de mirarla en aquel parque con la
música de sus cascos a tope y olvidándose del mundo.
Ella me retaba con cada movimiento, me tentaba. Se acerco, agarro
mi cara con una mano y sin más me llamo “crío”….¡¡Un crío!! Un crío sin ningún tipo de experiencia masturbador amateur.
Y a ella le divertía mi forma de mirarla, se sentía deseada y yo no
era más que un pobre juguete que inútil, soñaba despierto a solas masturbando sus ratos
pensando en que algún día me atrevería a tocarla.
Aquella misma tarde, sin darme cuenta cuando pensé que no podría
ser más estúpido por mi corta edad y mi vergüenza aparente, ella me beso lento
pegando su cuerpo al mío.
¡ESTOY COMPLETAMENTE VIVO! Creo que aquel día deje de tener
los pies en el suelo, recree todos mis ratos a solas pensando en ese
beso, en el calor que me ardía por dentro, soy inútilmente vergonzoso y como
siempre, ella acabo volando escapándose de mis manos hacia otro chico mucho más atrevido y desinhibido, sin ningún tipo de vergüenza.
Hoy después de un tiempo vuelvo al mismo lugar en esta tarde calurosa y me quedo
sentado contemplando imaginándomela bailando con la música a tope en sus
cascos, moviendo su pelo, sus caderas, sus pechos y sus preciosos ojos…
Deje de ser un “crío” y ahora estoy condenado a recordar
como adolescente hormonal.